lunes, 17 de mayo de 2010

CUIDAR AL MAESTRO, CUIDAR A LOS HIJOS


CUIDAR AL MAESTRO, CUIDAR A LOS HIJOS

Cientos de años atrás, en la Edad Media, el teólogo judío Maimónides esbozó una valoración respecto de quien es responsable de transmitir conocimientos: “Así como uno debe honrar y temer a su padre, también está obligado a honrar a su maestro, incluso más que al propio padre, porque si bien éste le ha traído al mundo, al enseñarle, es el maestro quien lo introduce al mundo por venir.”

El filósofo hace una correlación entre el trato paterno y el trato hacia el maestro, clave para entender las relaciones especiales que se dan actualmente entre la familia y la escuela. Sólo una familia que pone límites será capaz de aceptar que un tercero se los ponga a su propio hijo. Sólo una familia en la que se vive el respeto podrá aceptar el reclamo de respeto. Sólo una familia que entiende que el niño debe obedecer podrá entender que un maestro exija obediencia.

Las características de la familia contemporánea hacen que a muchos padres les cueste sostener la autoridad del maestro, sin conciencia de que sus hijos necesitan que se respete el accionar de sus educadores. Existe una correlación directa entre el aprendizaje y el vínculo que tienen alumnos y docentes: en efecto, el niño cuyo maestro es avalado por los padres aprende más y mejor.

El maestro, claro, puede equivocarse. En tal caso, el padre debe plantear el error cometido, pero no es necesario que lo haga frente al niño. Hay formas de expresar los desacuerdos sin que se vea afectada la autoridad del docente. Sería óptimo, inclusive, que el niño escuche comentarios positivos acerca de sus docentes, que se destaquen sus virtudes, se valore el trabajo que realizan, entre otros aspectos valiosos.

En última instancia, los hijos pagan el costo de hablar mal del maestro, porque al saber que los padres lo menosprecian, ellos mismos lo escucharán menos, cuestionarán sus decisiones y llegarán, inclusive, a perder el respeto hacia ellos. Resulta difícil para un niño aprender de una maestra de la cual sus padres sostienen que está loca, o escuchar con atención a un maestro que, según opinan en casa, no sabe enseñar, o saber que aprobó la materia, el año anterior, por acción de la justicia.

Hace unos años, el famoso empresario Bill Gates dictó una conferencia dirigida a estudiantes y padres, en la cual expuso once duras reglas relacionadas con la vida real. Una de ellas hace referencia a los maestros: “Si piensas que tu profesor es duro, espera a que tengas un jefe. Ese sí que no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida”.

El actual modelo de familia, el sano acercamiento que tienen en la actualidad padres e hijos, y el haber abandonado el culto a la autoridad como un fin en sí mismo no deben producir un vacío de autoridad. Ayudar a un hijo a aceptar los límites, las decisiones y las órdenes de sus maestros, formará su voluntad y los preparará para exigencias posteriores: entre ellas, afrontar estudios superiores, tener un jefe, ser padre o madre. En definitiva, para la vida.

(Alejandro De Oto Gilotaux, Profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación)
Revista HACER FAMILIA – año 5 - Nº 24

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